La temporada teatral en el Foro Cultural "AL TROTE" arrancó con fuerza, sensibilidad y una crudeza que se siente más allá del escenario. "Sin lugar, tiempo ni espacio", un monólogo dirigido y actuado por el maestro Jose Concepción Macías Candelas, irrumpe en la cena con una propuesta profunda y provocadora que no pretende ser complaciente, sino urgente.
Desde el primer momento, la propuesta en escena nos enfrenta a un individuo despojado de todo: de contexto, de cronología, de identidad e incluso de esperanza. El espacio escénico es minimalista, casi árido, pero suficiente para que las palabras retumen como ecos de una conciencia quebrada. Este vacío esenográfico no es una carencia, sino una declaración de intenciones: estamos frente a un hombre que ya no habita ni su propio cuerpo.
El texto se vuelve confesión y delirio. Un hombre, atrapado en el laberinto de las adicciones, se derrumba en fragmentos de recuerdos, culpas y una soledad que se vuelve casi física. José Concepción Macías Candelas no interpreta: encarna. Con una presencia sólida y una voz que va del susurro al estallido, el actor mexicano reconocido por su trayectoria en cine y teatro da vida a un ser que ya no sabe si habla con el público, con Dios o con su propio abismo.
"No... Ya no puedo más... Siento que voy a explotar..." no es solo un grito del personaje, es el climax emocional de una pieza que, durante casi una hora, arrastra al espectador por los pasillos oscuros de la culpa, el bandono y la desesperación. Es un clamor de silencio, una súplica muda por redención, o tal vez, por olvido.
Desde el enfoque cultural, este monólogo pone sobre la mesa una problemática social lacerante: las adicciones, tratadas no desde la moralina ni el juicio, sino desde la humanidad y la fragilidad. El teatro, una vez más, se convierte en el espejo incómodo de lo que no queremos ver. Yes ahí donde la obra cobra su mayor valor.
"Sin lugar, tiempo ni espacio" no buscan agradar. Busca remover, inquietar, despertar conciencia. Una elección poderosa para inaugurar la temporada de "AL TROTE", que demuestra que el foro sigue comprometido con un teatro que duele, que interpela y que, en medio del caso, ofrece una pequeña rendija de verdad.
Porque si algo nos deja a este monólogo es una certeza brutal: cuando todo se ha perdido, lo único que queda... es el grito.
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