El anuncio del regreso de Cristian “Chicote” Calderón a los Rayos del Necaxa para el torneo Apertura 2025 ha generado reacciones divididas entre la afición e incluso dentro del análisis deportivo. Si bien se trata de un jugador con amplio recorrido y palmarés en el futbol mexicano, su vuelta plantea preguntas sobre la visión del club en materia de refuerzos, continuidad y renovación.
A sus 28 años, Calderón retorna a Aguascalientes tras haber pasado por clubes como Atlas, Chivas y América, con este último logrando títulos importantes. Sin embargo, su rendimiento en años recientes ha sido irregular, marcado más por destellos aislados que por consistencia. El “Chicote” es un lateral con vocación ofensiva y un potente disparo, cualidades que lo hicieron destacar en su primera etapa con los Rayos, donde marcó 10 goles y se convirtió en figura. No obstante, el fútbol ha evolucionado, y su estilo de juego deberá adaptarse a las nuevas exigencias tácticas si quiere volver a marcar diferencia.
El principal cuestionamiento es si Necaxa ve en Calderón un refuerzo funcional o si apela a un pasado exitoso que no necesariamente garantiza rendimiento actual. Más allá del carisma del jugador y la conexión emocional con la afición, será fundamental observar su forma física, su compromiso y su capacidad de adaptarse al ritmo competitivo tras una etapa de altibajos.
En contraste, la llegada del joven Franco Rossano representa una apuesta por el futuro. Con experiencia en fuerzas básicas de Puebla y América, minutos en primera división, un título en el Apertura 2024 y roce internacional en el fútbol español, Rossano es un perfil prometedor que responde a una estrategia de renovación, algo que muchos esperaban de los Rayos.
Mientras Rossano ilusiona como una inversión a largo plazo, el retorno del “Chicote” genera más expectativas nostálgicas que certezas deportivas. Será tarea del cuerpo técnico encontrar el equilibrio entre el pasado y el futuro, sin caer en decisiones guiadas por lo emocional, sino por el rendimiento real en la cancha. En una liga cada vez más exigente, Necaxa necesita más que nombres: necesita soluciones.
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